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Reurbanización de villas: ¿vivienda sí, vivienda no?

A propósito de la Villa Cildañez, y las variantes políticas de hábitat popular entre Ciudad y Nación.

1. Introducción:

Debo un especial agradecimiento a la Lic. Silvina Schiavi, quien desde un legítimo interés y compromiso por el campo popular, me introdujo desde el seminario, “Gestión Social del Hábitat”, en el Instituto Superior de la Carrera del Gobierno de la Ciudad, en las políticas adoptadas por el Pro y ejecutadas por la actual Secretaría de Hábitat e Inclusión del Ministerio de Economía del Gobierno de la Ciudad (SECHI en adelante). Fue en este seminario, además, que pude estudiar de cerca el caso Cildañez. Igual gratitud a los organizadores del seminario SI “Vivienda y Estado”, dictado en el Instituto de la Espacialidad Humana de la FADU donde soy investigador y docente, Damián Sanmiguel y Liliana Dangeli, por abrir las puertas a la gestión pública nacional en materia de urbanización y vivienda en villas.

En efecto, la SECHI (creada por el decreto 660/2011) viene al abordaje de una temática que puede sin dudas concebirse como el perfil o la versión más “progresista” de un gobierno de derecha, dicho ésto desde una mirada de centro-izquierda (que es la que me atraviesa). Resulta ser el órgano de gobierno que toma a su cargo esta versión, públicamente defendida por el Pro de ser “también” progresista, pero de derecha, o en rigor, ni derecha ni izquierda como prefiere declarar el discurso oficialista pro. Es de público conocimiento este concepto proveniente de la Fundación Pensar, de que ya no son útiles las identidades ideológicas que levantan “prejuicios”, según dicen, sino que aquello que vale es la síntesis de buenas ideas en la gestión concreta. Y no es un hecho menor que para defender este concepto del fin de las ideologías, Iván Petrella aluda entre otros a un caso de urbanismo: la gestión de Sergio Fajardo en la alcaldía de Medellín (año 2004- 2008) [Petrella (2013:1)], y que el surgimiento de la SECHI haya estado notoriamente inspirado en este caso de gestión urbana. Como puede a primer vista reconocerse sobre Petrella y la Fundación Pensar, las síntesis concretas entre inclusión popular del espacio público y seguridad ciudadana (supuestamente a la izquierda y a la derecha correspondientemente), es el paradigma a seguir que iluminó la gestión de Fajardo en Medellín. Como suele decir Fajardo (insiste en citar Petrella): Por un lado “las cosas más bellas a los más humildes”, por el otro, “la policía en cada cm2 de la ciudad”. La parte de la policía se comprende y es esperable, pero en cambio, coincido en que la belleza no es un tema menor, pero la construcción de la frase pone a la gestión pública como donante de “cosas bellas”. La pregunta obligada es: ¿De qué belleza hablamos?, ¿qué es lo bello a los ojos de los humildes?

En este espacio político de “centro”, de supuestas labilidades limítrofes del pensar respecto del hacer (o como prefieran decirlo desde cada lado: “walk the talk” o “mejor que prometer es realizar”), mi primer y más determinante pregunta es: ¿acaso las ideologías solo sirven para levantar prejuicios? Y la respuesta que entretejeré durante este artículo será que, por el contrario, así como pueden levantar prejuicio también determinan el curso de las gestiones más concretas aunque por cierto no se las deje ver como ideologías, en ese lugar de centro en cual suceden muchas cosas, y donde estar apenas un centímetro de un lado u otro de la línea termina definiendo hacia dónde vamos en realidad, y con qué ángulo se abren las bifurcaciones de políticas habitacionales. De hecho, no aspira este artículo a ser un manifiesto de debate ideológico, sino que, siguiendo el mismo consejo de la Fundación Pensar, pensaré el substrato ideológico de la intervención en villas desde el caso concreto de Cildañez, donde ha ya actuado la SECHI de un modo muy activo, y debo decir, favorablemente. Pero justamente desde ese reconocimiento positivo (y autodisciplinadamente desprejuiciado), también formularé una hipótesis de trabajo:

1-Aquello que divide las “versiones progresistas” en gestión social del hábitat es algo muy tangible: la distribución de recursos económicos de la ciudad para la reinversión en sectores vulnerables.

2-Y justamente, la afectación de tales recursos a la decisión (o no) de ofrecer solución habitacional como parte de la gestión social urbana.

Mi tesis frente a estas dos hipótesis radica en la concepción profundamente ideologizada de qué entienden el poder político Metropolitano y Nacional por vivienda, inmigración y efectos colaterales, en relación a los sectores pobres.

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