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Reurbanización de villas: ¿vivienda sí, vivienda no?

3. Sitios y Rituales del Habitar. Escuchar el deseo en el fondo de la demanda.

“Sitio” y Ritual” son existenciarios. Categorías espacio-tempo-existenciales con antecedentes en la antropología existenciaria, que permiten enlazar el orden de las prácticas del habitar con el orden semiótico y auto-comprensivo de los espacios apropiados de tales prácticas. Es decir, nos permiten acceder al mismo tiempo a la estructura de la práctica de apropiación como a la auto-comprensión que el sujeto de la práctica tiene de su espacio. He explicado estas categorías en varias oportunidades (=), de modo que sin detenerme tanto en ellas, quiero ahora usarlas sin más para mostrar el núcleo de esta práctica de apropiación en Cildañezi.

La villa 6 es un Sitio inter-territorial, nada uniforme, de tres territorios con marcas territoriales muy claras: a grandes rasgos la región de predominio boliviano toma sobre todo las manzanas del Nor-oeste y Sur-este de la villa, mientras la región de predominio paraguayo se concentra en el extremo Sur-oeste. Entre medio, con centro en los monobloques del IVC, la región de predominio “nativo” más históricamente consolidada. Los límites de estos inter-territorios son móviles, pero no por eso difusos: dentro de la villa son bien conocidos y como en todo territorio, definen identidades y dominios, no legales sino socio-espaciales. De hecho, son delimitaciones que sirven a los grupos sociales para dar nuevas cabidas a sus pares dentro de la villa, para permitiro no permitir sus ingresos, en general para establecer y operar en la clave dentro fuera.

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Pero estos territorios, vividos en su simultaneidad temporal, se solapan con rituales del habitar, con apropiaciones de sucesiones temporales que dibujan la tensión de sus objetos de deseo directrices en sus prácticas. Señalaré tres:

-El piqui-voley: Es la actividad por excelencia más convocante en la región paraguaya. De hecho, sobre la manzana sur-oeste más extrema hay una cancha en su pulmón que es resguardada contra viento y marea de nuevas tomas para edificar. De igual modo, la segunda cancha en su manzana contigua.

Este deporte mantiene la cohesión familiar del grupo y la memoria viva de su origen allí, dentro de la villa. Y se constituye en ritual: se organizan tiempos, se programan eventos, se establecen protocolos semanales, se reconstituye un sujeto colectivo… se trata de mucho más que una “función deportiva”.

-La feria: El grupo boliviano en cambio, es feriante. Sus mejores eventos son las apropiaciones sobre las calles y el encuentro comunitario del intercambio. La feria semanal suele funcionar sobre av. Derqui y Crisóstomo Alvarez, donde se vende ropa, frutas y verduras. La feria dominical hace centro en la esquina de White y Casco, y comienza a venderse sobre todo comida preparada. El objeto de deseo, en tanto valor semiótico, no es tanto recreativo sino de intercambio comercial solidario.

-El Dios de la abundancia: El grupo boliviano colorea toda la villa una vez por año, para hacer fiesta y celebrar a Ekeko en la fiesta de la Alacita. No por casualidad Ekeko es una especie de ciruja que recogía de la calle para luego repartir, según lo cuenta la creencia. La fiesta tiene su centro, otra vez, en la calle, en la esquina de Zuviría y White. Hay balie, bandas de música, y cerveza tirada al piso para convidar a la madre tierra. De hecho, aquí tenemos un ritual más simbólicamente referido a lo sagrado. Pero no quiero confundir al lector con esta coincidencia contingente: “Ritual”, en tanto categoría espacio-tempo-existencial, debe concebirse desprovisto de su marca litúrgica, comprenderse abarcativamente en estas prácticas tensadas en procesos temporales, que guardan en su núcleo de sentido la carga semántica de un objeto de deseo (sin que importe la distinción profano-sagrado), hacia donde el sujeto del habitar queda espacialmente tensado en la secuencialidad de lo cotidiano, y por el cual orienta su historia diaria: el objeto lúdicofamiliar (1), el intercambio de apoyo solidario (2), la fiesta comunitaria (3) por aquello que se tiene en medio de la escases. Los mapas topológicos de territorios y rituales comienzan a dibujar el orden más vital de las prácticas de apropiación, y a establecer dentro del Sitio sus propias jerarquizaciones espaciales.

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Son estos sitios y rituales que a veces se nos pasan de vista delante de nuestras narices, como la famosa carta extraviada de Lacan, los que estructuran el sentido del habitar, evitan el sinsentido sórdido de lo que no se tiene, de lo que se padece, y de lo que duele haber perdido. Como también decía Jauregui: “La demanda del cliente es para ser escuchada, pero no para ser respondida literalmente. Ni el cliente favela, ni el cliente de una casa particular, ni la Municipalidad, ni el banquero, ni ningún cliente.”… “no se trata solamente de responder a la demanda. Es mucho más lo que se pide de un arquitecto-urbanista. Mucho más que responder a cosas que son relativamente simples. Los pedidos siempre son los mismos. La cuestión es cómo se materializa esto…” [Jauregui, (2002:21)]

Poder entonces comprender, dimensionar en importancia, respetar, poner en valor estos sitios (de marcas identitarias) y rituales (de propósitos y destinos) me parece una clave de acceso al fondo del deseo sobre la superficie de la demanda. Sobre esta duplicidad del registro procederé a hacer, cuando menos a modo de esquema de partido urbano, la siguiente propuesta de intervención:

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