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Reurbanización de villas: ¿vivienda sí, vivienda no?

2. Efectos colaterales

Tan solo con los ejemplos citados del lado bonaerense de la General Paz, que no son todos, estamos hablando de un aproximado bastante preciso de 50.000 personas, entre nativos e inmigrantes, que ya no querrán trasladarse a las villas de la ciudad porteña, porque fueron enraizadas en sus barrios de origen. 50.000 personas son el 34.5% del total poblacional en villas de CABA según el censo de 2010. Menciono la cifra porque no es poco, y porque no todo sucede como en Villa Jardín, por ejemplo, donde la identidad histórica del asentamiento hace que la mayoría no quisiera trasladarse. Pues en general hay una mixtura de situaciones donde se observa una gran cantidad de población inestable y no permanente en las villas, que borra definitivamente los bordes entre ciudad y provincia.

Pero cuando aquí menciono “efectos colaterales” no me refiero a esta consabida interacción dentro del área metropolitana, sino en cambio y fundamentalmente, al grupo de beneficiarios indirectos más cercanos de las estrategias de reurbanización de asentamientos y villas, al entorno urbano inmediato, al modo en que esta reurbanización puede y aspira a “hacer ciudad” dentro de la ciudad. Y me adentro así con este tema al caso específico que nos ocupa de la Villa 6, o Cildañez. En este caso se observa con claridad meridiana, con especial luminosidad, cómo la trama cruzada de temáticas como vivienda, inmigración, y política urbana (el hacer ciudad), tiene una costura de profunda definición ideológica.

Cildañez ha crecido en estos últimos cuatro años con dos comunidades inmigrantes de importante presencia en la villa, como son las comunidades boliviana y paraguaya, y ambas han construido sus territorialidades solapándose con la vieja trama del barrio. El crecimiento en altura deja ver que muy atrás han quedado las cifras del censo 2010: por entonces la cantidad de habitantes se declaraba en 9511, de modo que para 108.000 m2 de suelo teníamos una densidad promedio de 0.09 habitantes x m2 de suelo. Por lo cual ya estaba muy cerca del estándar internacional de hacinamiento (un habitante por 10 m2), pero al día de hoy las cosas se han puesto peor pues la densificación se ha producido con obra en altura, llegando a una razón promedio de planta baja más 1,1/2 pisos en la mayoría sus manzanas. Para arrojar un cálculo conservador, si aplicamos al número de habitantes el porcentaje de crecimiento poblacional villero sostenido en la década 2000-2010, y lo proyectamos como tendencia a estos últimos cinco años, hablamos de un 25 % de incremento: serían entonces alrededor de 11.800 personas hacinadas en la villa, al día de hoy.

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El crecimiento en altura no es casual. Aunque es el patrón de crecimiento en todas las villas de la ciudad, ya sin espacio libre, en Cildañez tiene un efecto de plus de incremento, al ser un asentamiento sobre una trama urbana ya consolidada, con el trazado de la cuadrícula que ha persistido junto con su infraestructura mínima. La traza urbana ha impuesto sus propios límites y sobre todo ha impuesto sus bordes territoriales de un modo muy contundente en todas las direcciones. Entonces sucede lo siguiente: mientras la villa crece en altura y aumenta su conflictividad social interna por hacinamiento, los bordes urbanos y su traza la condicionan a quedar “encapsulada”:

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Es en este marco donde la SECHI interviene con una clara gestión social del hábitat, integrando desde el estado a varios actores, y todo nos dice que ha sido para bien. Pero el problema está en la prognosis: si no se resuelve en la villa el problema habitacional, el encapsulamiento no hará más que deteriorar las manzanas que han quedado dentro de sus bordes urbanos (hacia el norte y en herradura), y que hoy no son parte de la villa pero que más temprano que tarde se irán integrando a causa de la presión del hacinamiento. En estas manzanas contiguas ya se dan casos de mudanzas, cierres de locales,… pero ninguna posibilidad de vender los terrenos a precio digno. Son manzanas que han quedado atrapadas entre el crecimiento de la villa y la solidificación de sus bordes. La conclusión es clara: si no se interviene en lo habitacional, la villa seguirá creciendo y tomará estas manzanas como su primer zona de influencia expansiva, pero además, la SECHI habrá quedado en riesgo de perder todo lo trabajado hasta aquí por causa misma del hacinamiento. El desafío como generalmente sucede, es doble: lograr hábitat digno hacia dentro de la villa, y lograr que su entorno inmediato no continúe deteriorándose. Cildañez es un claro caso que nos muestra la imposibilidad de reurbanizar las villas solo con infraestructura y gestión social (por más fuerte que sea su red, como se muestra en el mapa siguiente), sin orientar, resolver y consolidar la cuestión habitacional. El tiempo les jugará una mala pasada.

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