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Desafíos y aproximaciones, hacia una ciudad más justa

Algunas consideraciones sobre el derecho a la ciudad

Antes que nada, cosas de rigor, felicitar a los organizadores, que siempre nos dan una muy buena excusa para volver a reunirnos y juntarnos con más gente. Esta jornada de hoy, al hablar de derecho a la ciudad, es un macrotema, un contexto que reúne a todas las investigaciones que están básicamente presentes en el Centro de Hábitat Inclusivo, que dirige el arquitecto Julián Salvarredy, y en el Instituto de la Espacialidad Humana en general, también nos sirve como un planteamiento para que volvamos a rediscutir el marco en el cual nos movemos.

Son tiempos donde el derecho a la ciudad y la inclusión están fuertemente cuestionados por el contexto en el cual vivimos y entonces aparece esta tentación peligrosa de que nos parece necesario reexplicar lo evidente, lo que ya sabemos. ¿Cómo puede ser que haya gente que piensa de esta manera? Sí, hay gente que piensa de esta manera, siempre hubo gente que piensa de esta manera. Esto no implica que nosotros tengamos que hacer una profunda autocrítica de revisar lo que pensábamos, ver en qué fallábamos. Hay gente que no quiere saber de este tema, hagas lo que hagas y se lo presentes como se lo presentes, hace que estemos estancados en un estadio de este conocimiento y no avancemos a partir de ahí a otras cosas. Hay como una atrofia ahí que es peligrosa y que creo que alimenta esta situación, quizás es una hipótesis un poco aventurada, pero creo que es una de las razones del eterno péndulo desgraciado que alimenta nuestra historia. No podemos terminar de construir aquello que queremos construir, que siempre se nos escapa. Hay una reacción a eso, y la reacción a esa reacción es una resistencia troquelada de tratar de reafirmarnos y no avanzar. Entonces cuando nos vuelva a tocar volver, si es que nos toca, seguramente vamos a hacer las mismas cagadas que hicimos antes porque no tuvimos tiempo de revisarlas. Digo así en términos académicos “cagada” para que se entienda.

Entonces, está bien revisar la identidad todo el tiempo, pero revisarla para acrecentarla. Hay otra cuestión que también quisiera introducir, en este momento, y en este contexto, y lo que lo hace más confuso todavía, un lenguaje general políticamente correcto donde todos coincidimos, todos cuando digo todos, los que están acá y los que están afuera, todos coincidimos con ese título de el “Derecho a la Ciudad”. Entonces no tiene tanto que ver hoy con el significado de algunas palabras expresadas así con discursos, sino que tiene que ver con las acciones concretas devenidas de ese discurso. En una anécdota que también siempre contamos, pero uno de los urbanistas colombianos que estaba a cargo de la operatoria de Medellín, decía: No hablemos más del derecho a la ciudad, del cual ya hablaba Lefebvre hace 50 años, 60 años, no sé cuántos ya, sino hablemos de cómo se construye ese derecho a la ciudad, qué elementos tiene, en qué consiste, en cada momento, especifiquemos.

Aquello de «por sus frutos los conoceréis». Y entonces la dedicación a estos temas tiene que ver con cuál es el rol específicos que tenemos los arquitectos y diseñadores, y por ahí dicen de los abogados, en el desarrollo de estos temas. Cada uno que estamos acá tenemos alguna historia personal, yo podría comentar la mía, y lo hago brevemente no por una cuestión autorreferencial sino para contextualizar. Nací en un hogar de dos empleados de comercio peronistas como correspondía en su momento histórico, que en su proyección de ascenso social era que sus hijos fueran la primera generación de estudiantes universitarios, los dos lo fuimos. Mi hermana, que es mucho mayor que yo es una gran psiquiatra y yo soy profesor de arquitectura de la FADU. Y lo lograron, digamos. Y ahora estamos pensando en alguno de los compañeros ahí que están de estudiantes en la Universidad de La Matanza, trasladando extrañamente esa experiencia también a tratar de generar primeras generaciones de universitarios en tierras indómitas. Algo de eso también hay que revisar, porque se suponía que nosotros íbamos a ser profesionales para no tener el boliche abierto de 8 a 24, y lo seguimos teniendo abierto de 8 a 24 digamos, no laburamos menos que nuestros viejos. Por ahí laburamos de algo que nos gusta, pero en el tema esfuerzo-compensación hay algo de la justicia social que se nos escapó en el camino. Ambos viejos militantes, cada uno a su manera, mi vieja más militante política concreta como se la conoce hoy día. Mi viejo que no opinaba de nada, pero el día que bombardearon la plaza se subió a un camión y fue a la CGT a pedir chumbos para tirarle a los aviones, al gallego de repente le agarraban algunos ratos de inspiración. Voy a un colegio primario normal público, el Mariano Acosta, y participo de prácticas pedagógicas, seguramente por eso estoy ahora acá, por esa maldita semilla de la infancia, y después fui al colegio (Nacional Buenos Aires), y en ese colegio me atiborraron de enciclopedismo durante la dictadura, y ese enciclopedismo decantó un poco la arquitectura, por suerte, como escapatoria de esa locura digamos. Entré acá, un titular de proyecto muy católico en la primer teórica. El otro día ordenando la biblioteca, que tuve que ordenar la biblioteca, encontré esos apuntes de Introducción a la Arquitectura, y en la primera teórica de este señor, citaba a Dante y decía que los intelectuales se redimen por la inteligencia, y a Marechal diciendo que la inteligencia debe usarse a favor del bueno. Y bueno, y con todo eso ¿cómo no vamos a terminar haciendo estas pavadas que hacemos? No había más remedio.

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