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Intervenciones en el hábitat popular: Debates, evolución normativa y posibles modalidades de acción

Conclusiones Preliminares y líneas de acción.

En lo que respecta al abordaje de la problemática del hábitat popular y las consecuencias urbanas/territoriales de las operatorias vinculadas a un paradigma de relocalización y/o erradicación, ya hemos mencionado como una constante la selección de terrenos mayormente periféricos. Los motivos que justifican dicha elección se relacionan, como ya hemos desarrollado, con el carácter centralizado de las acciones devenidas de estas operatorias.

Se ha desprendido de este accionar la ejecución sí, de altas densificaciones de viviendas y bajas ocupaciones del suelo (en consonancia con el modelo de ciudad compacta subyacente), pero en áreas mayormente alejadas de los centros urbanos existentes, derivando, las más de las veces en el favorecimiento de situaciones proclives a la conformación de entornos guetificados (Wacquarnt) y urbanamente desintegrados que confirman el supuesto planteado en la introducción de este trabajo.

Asimismo, las operatorias vinculadas a paradigmas de “consolidación y/o radicación”, que  encuentran, entre las resultados más significativos (a partir de la reducción de escala de sus operaciones), la realización de mejoramientos en los hábitats preexistente, la construcción de conjuntos de menor tamaño, y principalmente el despliegue de viviendas individuales en lotes propios, han contribuido al robustecimiento de un modelo de tejido extendido que crecerá sobre áreas periféricas que presenten, incluso, serios problemas ambientales.

Nos situamos así ante un punto que debe ser señalado pues termina por igualar al esquema de erradicación con el de consolidación, contribuyendo ambos de idéntico modo, a la atención mayoritaria (sino exclusiva) de la problemática de la vivienda y, por ende, a la falta de creación de condiciones de integración de los sectores allí ubicados respecto de los centros urbanos existentes, tema central para la inevitable proliferación de un esquema de segregación urbana y estigmatización social sobre estos nuevos enclaves.

En efecto, el interrogante abierto por la real factibilidad de un modelo de compacidad que, por el volumen de operatoria propuesto quedaría vinculado al tipo centralizado ya descripto (aunque por las localizaciones que debería promover para generar verdaderos procesos de inclusión entraría en contradicción con éste), queda equiparado, en la práctica, a la menos velada búsqueda de extensiones de terrenos bacantes en áreas periféricas propia al modelo de ciudad extendida.

Desde esta perspectiva, y si se quiere en sintonía con lo establecido en el primero de los modelos considerados, entendemos primordial la atención de mecanismos que promuevan, en términos generales, opciones de densificación de las áreas centrales. Más allá de esto, y acercándonos al segundo de los modelos expuestos, entendemos que la búsqueda de un mayor nivel de compacidad urbana no debería presentarse como necesariamente antitética respecto a la radicación de los hábitats populares, en tanto que, si consideramos el caso de aquellos ubicados en áreas centrales, y situándonos en un escenario de creciente falta de suelo urbanizado disponible, la proliferación de procesos de relocalización de estas comunidades argumentando su baja densidad de viviendas en relación con el suelo urbano ocupado, contribuiría, solamente, a incrementar el problema de la extensión del tejido urbano ya existente, mediante su desplazamiento sobre áreas periféricas.

Esto refuerza la necesidad de considerar como plausible estrategias que simultáneamente promuevan la radicación, la densificación y la diversificación programática como procesos a ser evaluados y coordinados con las comunidades de destino presentes en los hábitats populares, en lo que podría ser descripto como una nueva posición distinta a las dos anteriormente analizadas, capaz de ir más allá del carácter idénticamente viviendista vinculado a ambas.

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