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La integración de los barrios populares como oportunidad de desarrollo urbano sustentable

Corolario: La biodiversidad y el mestizaje latinoamericano como claves de sustentabilidad socio-ambiental.

Los tres casos de estudio presentados dan cuenta de innovaciones dirigidas a resolver la problemática de la marginalidad y la exclusión de sus barrios, pero descubriendo en el proceso que el problema real radica en la percepción de progreso para distintos grupos sociales. Mientras que para el conjunto de la sociedad progresar implica acceder a mayores bienes y consumos, la lógica de supervivencia de los barrios apunta a recuperar residuos a asentarse donde se pueda y a organizarse para poder acceder a cuestiones elementales como el suelo o el agua. El romanticismo en torno a la reurbanización de los barrios lleva a ignorar que por problemas estructurales de emplazamiento, los mismos dificlmente puedan acceder a infraestructuras básicas, mientras que el pragmatismo de operadores inmobiliarios lleva a considerar tales procesos como oportunidades para continuar desarrollando sus negocios gracias a códigos de ordenamiento urbano facilitadores de rentas extraordinarias de suelos a cambio de concesiones minúsculas en término de provisión de alguna infraestructura que posibilita la permanencia de trabajadores en sitios próximos para brindar servicios en las periferias. La reurbanización se transforma así en una versión del nuevo milenio del sistema colonial y esclavista del pasado.

El problema radica en pensar la respuesta a la reurbanización de los barrios a partir de los mismos parámetros de la ciudad formal y, por ende, muy en el fondo, lo que se busca hacer es que los asentamientos autoconstruidos se parezcan lo más posibles a la ciudad formal subsidiando intervenciones dirigidas a mejorar su imagen y funcionalidad. Esta mentalidad invisibiliza que precisamente la razón de ser de los barrios populares es su informalidad, lo cual les permite a sus habitantes encontrar soluciones habitacionales colectivas asequibles. Sin realizar la apología de los barrios populares y sus dinámicas ingeniosas para compartir recursos, la participación de su gente en procesos de planeación pone en evidencia sus enormes capacidades para resolver problemas complejos tales como infraestructuras, equipamientos y hasta organización espacial, respetuosa de la biodiversidad y mixtura social, fundamento mismo de su progreso compartido. Este reconocimiento no oculta de ninguna manera la realidad de indefensión social y legal que enfrentan los vecinos de los barrios populares frente a conflictos sociales y judiciales que se ciernen permanentemente sobre ellos, creando una enorme inestabilidad socioeconómica y emocional que bloquean ciertamente sus posibilidades de desarrollo. De ahí la necesidad de programas de integración, no a un paradigma social o étnico dominante, sino a una forma de mestizaje social que para en forma efectiva y eficaz genera reglas, criterios e indicadores que producen hábitat que preserve los rasgos socio-culturales relacionados con estilos de vida modestos y armónicos con el medio natural.

Es decir que más que tratar de llevar los barrios populares a parecerse al resto de la ciudad, en verdad se trata de re-urbanizarlos generando patrones que, sin destruir sus redes de solidaridad y protección ambiental, planteen mejoras integrales de sus estilos de vida y sobre todo les proporcione la autonomía y organización comunitaria que les permita generar ingresos mucho más allá de los servicios domésticos y en la construcción que proporiconan en las periferias. Las propuestas realizadas en el caso de Lujan de adaptación de los barrios frentistas del Río Lujan para adaptarse y convivir con inundaciones periódicas, la construcción de “veredas inteligentes” para albergar redes de agua, cloacas y drenajes que faciliten el movimiento peatonal y ciclístico en calles de tierra, evitando inundaciones son algunos ejemplos de este nuevo paradigma de infraestructura verde en lugar de gris, respetuosa del perfil social al que se dirije. Tal infraestructura y radicación permite también una relación con parques industriales, rellenos sanitarios y fuentes de empleo inexistentes en el pasado. También en el caso de Salta, la utilización de sistemas de ahorro cooperativos aplicados a la producción de vivienda, y el trabajo con las empresas prestadores de servicios públicos abren avenidas de soluciones a escala de los problemas, superadoras de las dificultades reales de integración de los barrios. En Yala, en un ecosistema frágil, la fuerte urbanización a partir de tipología de barrios cerrados con impactos ambientales altamente negativos, la participación pública desnuda intereses espúreos que requieren soluciones mixtas de hábitat asociadas a la creación de oportunidades para el turismo y la agricultura como medios para frenar la expulsión de sectores populares de sus lugares ancestrales de residencia generando oportunidades de ingresos y puestos de trabajos sustentables en un contexto de alta precarización laboral y procesos acelerados de antropización de espacios naturales. La planificación participativa viabilizan soluciones integrales y sustentables que potencian las capacidades de los barrios para adaptarse a la naturaleza y relacionar sectores sociales y étnicos diversos.

Esta riqueza socio-cultural muchas veces invisilizada por el prejuicio y la desconfianza entre grupos sociales, aflora con toda su energía ante convocatorias a la participación genuina, engendrando planes y proyectos superadores de la trampa de intervenir en los barrios solamente para imponer modelos de urbanización hegemónicos fundamentados en las parcelas de propiedad privada individual. Pero, aunque auspicioso en término de resultados, las dificultades mencionadas previamente relacionadas con el desequilibrio de poder entre los vecinos de los barrios populares y los inversores y desarrolladores inmobiliarios, con enorme incidencia en decisiones municipales, lleva a una confrontación. Lejos de generar consensos como idealmente se espera, es evidente que la participación termina generando polarización. La sola idea de poner un límite al desarrollo de polígonos de urbanización rentables para alojar barrios cerrados en los tres municipios resonó como retrógrado en los sectores pudientes de las tres ciudades, a pesar de las abrumadoras pruebas de sus impactos ambientales y sociales negativos. La promoción de estrategias comunitarias de movilización de suelo y autoconstrucción, aunque obviamente la solución predominante para el creciente déficit habitacional aparece ante la opinión pública como alternativas poco realistas y sesgadas. Se desconoce la incidencia en los mercados de suelo de la asignación de usos en los códigos de ordenamiento urbano aumentando artificialmente los precios de los terrenos y con ello la posibilidad de los sectores populares de acceder al mercado formal. La participación pública en lugar de resolver las profundas diferencias sociales pre-existentes, da lugar a una pugna ideológica en la que comienzan a confundirse parámetros estrictamente técnicos relacionados con los objetivos de desarrollo sustentable, con una racionalidad sobre la que es necesario regular para que todos puedan acceder a recursos imprescindibles como el suelo, el agua y los medios de vida y progreso, con cuestiones de defensa de reglas de mercado no transparentes.

Sobre esta base surge también en términos culturales el paradigma de soluciones tradicionales de organización social que establece un “modelo social habitacional” al que todas las clases deben aspirar de la casa individual sobre grandes lotes con derroches de espacios, agua y energía. Este modelo que en cualquiera de las culturas originarias de América serían ilustrativas del “mal vivir” continúan siendo hegemónicas en la mirada y cultura de la sociedad urbana, independientemente que se trate de residentes metropolitanos que, por la falta de espacios las elites apelan a derroches de espacios y recursos en torres, o la materialización de sus aspiraciones de sustentabilidad en barrios cerrados; o también en ciudades intermedias o pueblos pequeños, como los casos presentados intentan ilustrar. El modelo de urbanización irreflexivamente vuelve a plantearse en los mismos términos de derroche de recursos finitos. Ante este monopolio del pensamiento urbanístico, los barrios populares vienen a interpelar el modelo a partir de patrones alternativos. Por esta razón es tan importante que la intervención en los mismos no incurra en el error de reproducir los mismos valores y estándares de la formalidad y en verdad la inclusión se de a partir de un cambio y superación cultural hacia modelos verdaderamente sustentables de cambios de consumo y relacionamiento con el resto de la comunidad, forjando a partir de mixturas sociales y culturales el camino hacia el progreso compartido y el desarrollo sustentable.

Si bien el camino hacia ese cambio es largo y tortuoso, lleno de marchas y contramarchas explicables desde la lógica de los intereses de sectores concentrados de capital, es importante que en los barrios populares el afán de vivir otros modelos de urbanización esté efectivamente basados en pautas de sostenibilidad y mestizaje. Que los sectores populares no vivan en sus barrios solamente por un tema de escasez de recursos y faltas de oportunidades, sino como producto de un verdadero compromiso con una identidad que, aunque muchas veces se asocia a la marginalidad, contiene sin embargo el reservorio cultural de los pueblos originarios de América que, a partir de su historia de despojos y desplazamientos constantes han aprendido a sobrevivir a partir de la preservación de su cultura. Y al hacerlo abren la posibilidad no solo de defender la causa de sus pueblos, sino de incidir directamente en el resto de las sociedades construyendo nuevas identidades, superando los desencuentros raciales, sociales y políticos para dar a luz nuevas culturas. La pandemia y el sufrimiento colectivo son los mejores hayos para acompañar a nuestras sociedades en dicho proceso. De tener éxito, los programas de integración socio-urbana habrán logrado el objetivo histórico de armonizar su hábitat formal e informal devolviendo a América su identidad mestiza construida sobre el fundamento de la convivencia armónica entre razas con su ambiente.

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