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Nuestras arquitectas. Una experiencia didáctico-investigativa con perspectiva de género

El workshop Nuestras Arquitectas es una experiencia innovadora en el campo de la formación arquitectónica con perspectiva de género. El artículo indaga la invisibilización y exclusión de las contribuciones de las mujeres en arquitectura. Establece estrategias didácticas –re-enfocar, re-mapear, re-documentar, re-significar- para revertir este sesgo androcéntrico. Analiza el valor de los enfoques educativos feministas para crear un hábitat inclusivo.

El contexto académico

La formación en arquitectura ¨constituye uno de los desafíos para el entorno construido y la profesión más significativos del mundo contemporáneo¨ (UNESCO, 2011) que requiere no solo actualizar los aspectos estéticos y técnicos ligados a las responsabilidades profesionales sino asumir la responsabilidad de indagar teorías y metodologías que deconstruyan la mirada androcéntrica que domina el corpus de referencias y la bibliografía que integra los procesos de enseñanza-aprendizaje.

En tal sentido, el taller Nuestras Arquitectas, dictado durante 2019, consiste en una actividad tanto innovadora como experimental al integrar como marco conceptual un criterio formativo e investigativo feminista. Esto significa entender el feminismo como una perspectiva o un enfoque epistemológico (REINHARZ & DAVIDMAN, 1992) (BLAZQUEZ GRAF, 2012) (DIEZ JORGE, 2014) no un método de educación o investigación, que utiliza una multiplicidad de dispositivos didácticos para abordar, analizar y revertir aquellas prácticas de construcción de conocimiento, atribución de autorías y valoración patrimonial que sistemáticamente excluyen, opacan y/o invisibilizan la producción de las mujeres en arquitectura.

La educación arquitectónica siempre ha representado un complejo tema epistemológico. Por un lado, la disciplina reúne diferentes tipos de conocimientos sociales, culturales y técnicos, necesariamente vinculados a su contexto, y por lo tanto con una serie de condiciones y reglas establecidas, aunque sean adaptables. Por otra parte, todo este suministro de saberes se organiza a través de una acción creativa, de diseño, que al mismo tiempo implica lógicas abiertas que no siempre están previamente establecidas, aspectos innovadores y directrices flexibles, que a menudo conducen a nuevas configuraciones u órdenes desconocidos. El proyecto incluye un proceso de síntesis derivado del conocimiento aplicado, es decir, el conocimiento puesto en acción; por lo tanto, al aprenderlo, es importante que cada una de las habilidades y lógicas específicas involucradas se articule y equilibre, para que se puedan producir soluciones significativas y adaptadas a su contexto, más que meros tecnicismos u abstracciones disociadas de la realidad. (QUIROGA & LAPADULA, 2012)

La actividad del diseño, asumida desde esta dimensión transdisciplinaria, cuando es abordada desde un enfoque feminista colabora en diferentes aspectos del proyecto:

humanístico: en la nueva conciencia sobre los derechos humanos que se extiende a las diversas áreas del conocimiento, la perspectiva de género representa un instrumento que garantiza un acceso en igualdad de condiciones de toda la comunidad al campo de la cultura.
territorial: en un período reciente se han acrecentado las reflexiones acerca de la puesta en valor de territorios, rutas y paisajes culturales poniendo de relieve las aportaciones de las mujeres en el patrimonio material e inmaterial.
conceptual: revisar la historia de la arquitectura iluminando el legado de las mujeres no solo amplía la cultura arquitectónica sino colabora en la construcción de nuevas nociones de sentido y de identidad.
operacional: la argumentación teórica y operacional del diseño arquitectónico es uno de los temas relevantes de su formación. Cuando se piensa el proyecto en términos de integrar las obras de arquitectas se estimula una actitud investigativa.

Probablemente, para comprender el alcance de esta experiencia formativa resulta indispensable contextualizarla. El modelo de taller que dió origen a la enseñanza proyectual de nuestras facultades y escuelas de arquitectura locales es el del gremio medieval. Desde la Edad Media el artista se formaba en el taller como aprendiz de un maestro. “La enseñanza era práctica y pasaba de generación en generación, lo que nos permite calificarla como tradicional” (VICENTE, 2006). El objetivo era conocer reglas para hacer objetos con ellas.

La idea de la reflexión en la acción, propia de una disciplina que se piensa-haciendo, es uno de los claros valores de este sistema. Sin embargo, el taller replicaba la cultura patriarcal: tenía la conducción de una figura masculina reconocida, una forma de transmisión del conocimiento verticalista y la aspiración por parte de los estudiantes de construir una obra canónica a imagen y semejanza del patrón. Pensado por y para los hombres, desde las formas organizativas hasta los intereses profesionales, este modelo naturalmente generaba una exclusión de las mujeres.

Experiencias pedagógicas posteriores de gran aporte como la innovadora escuela Bauhaus tampoco pudo disolver esta idea. Su director Walter Gropius vetó el acceso de las mujeres en el área de Arquitectura que se orientaron a otros cursos como diseño textil y fotografía. Lotte Besse sería la primera mujer en lograr estudiar en el taller de arquitectura de Bauhaus en 1927, ocho años después de su fundación. Un programa disruptivo fue la Escuela de Planeamiento y Arquitectura de Mujeres -WSPA- dictado como curso de verano en diversas ciudades de Estados Unidos. Fundado en 1974 por Katrin Adam, Phyllis Birkby, Ellen Perry Berkeley, Bobby Sue Hood, Marie Kennedy, Joan Sprague y Leslie Kanes Weisman, el programa aplicaba las ideas feministas en la estructura pedagógica -organización no verticalista, diseño de currículo participativo y flexible- el desarrollo de proyectos y actividades que contemplaban las problemáticas de las mujeres.

Si bien en un período reciente se observa un interés por las cuestiones de género en las escuelas de arquitectura, la enseñanza aún continúa siendo un territorio masculino especialmente en el área de diseño. Como ejemplo, en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires de las 27 cátedras de proyecto ninguna titular es mujer y en la Universidad de La Plata sólo dos profesoras de las 11 cátedras (32 titulares).

Este es el panorama que encuentran las alumnas de arquitectura, que hoy constituyen el 60% del total de la matrícula en Argentina. La ausencia de referentes femeninas liderando las cátedras no se justifica por la falta de arquitectas. Hacia fines de los años 70 la universidad argentina registra un notable aumento de alumnos y entre ellos el de las mujeres. Con la llegada de la democracia, a partir de 1985, la cantidad de mujeres iguala a la de los varones, y a partir de allí comienza superar el 50%. En la actualidad el 60% de los títulos de grado de Argentina están en manos de mujeres. Según datos de FADEA, las arquitectas superan el 40% de los profesionales matriculados.

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