Se investiga sobre nuevos modos de aproximarnos a la posible transformación de la realidad a través de mundos ficticios y escenarios hipotéticos. Exploraciones colectivas que se valen de impulsar la imaginación y suspender la incredulidad para abrir nuevos espacios de discusión y debate sobre modos alternativos de cohabitación. Talleres experimentales y colaborativos que sirvan como herramienta para comprender mejor el presente y establecer futuros más deseables.
Introducción
En el siguiente texto nos proponemos mostrar las exploraciones realizadas durante algunos talleres virtuales que venimos realizando durante el 2020.
Al mismo tiempo, y de manera introductoria, creemos importante problematizar sintéticamente la situación que se atravesó en el contexto del taller debido a la crisis sanitaria global por el COVID-19 y ofrecer algunas reflexiones sobre cuáles son algunos de los desafíos que tenemos por delante en la Arquitectura y el Urbanismo contemporáneos, especialmente en el espacio doméstico y su vivencia cotidiana.
Por otro lado, nos interesa compartir algunas ideas y conceptos previos que venimos trabajando desde Habitaria y que dieron como resultado la propuesta de dicho taller, especialmente el abordaje de la posdomesticidad como eje central de nuestras investigaciones.
A modo de ejemplo, nos centraremos en explicar las dinámicas y mostrar algunos resultados de la actividad realizada en el marco del taller virtual “Exploraciones para escenarios posdomésticos” dentro del congreso digital Ciudades Comunes 2020, que se llevó a cabo durante el 24 de abril de 2020.
Finalmente, se expondrán algunas reflexiones finales surgidas del taller acerca de la virtualidad, el impacto que tuvo la propuesta y la potencia de ficcionar y de imaginar otros futuros deseables como una actividad catárquica y transformadora.
Escenarios en la incertidumbre
¿El enemigo es el virus? La pandemia del COVID-19 está poniendo en jaque la supuesta normalidad conocida hasta el momento y los modos de diseñar los espacios que habitamos. El espacio privado nos está enfrascando y el espacio público es una amenaza. Podemos observar que los diseños de viviendas pasan mayoritariamente de un espacio privado a un espacio público de una manera muy directa, muchas veces sin incluir exterioridades y casi nunca en términos ecosistémicos y regenerativos. Por tanto, es importante y urgente reflexionar e indagar de manera profunda sobre las causas que propiciaron este escenario global actual y cómo se pone en cuestión el orden hegemónico establecido (ver fig. 1).
Entendemos que el confinamiento de la población en sus hogares debería suponer un antes y un después en la concepción de nuevas viviendas que vayan a proyectarse. El hecho de pasar todo el tiempo dentro de la vivienda está haciendo darnos cuenta de las incomodidades que nos provoca. El espacio doméstico se convirtió en el lugar en el que vivir, trabajar, descansar, cuidar, divertirse… revelando la dificultad para adaptarse a usos nuevos y sin precedentes. Además, se modifican las relaciones de vecindad, las relaciones con el medio ambiente, la conexión con la calle y la vida urbana. Podríamos decir que se convirtieron en “microciudades”.
En realidad, los límites entre la vida privada y la vida pública no son más que una condición cultural moderna asociada a las lógicas de producción y patriarcales. Estas lógicas binarias del espacio vienen definidas por relaciones de poder que son las mismas que fijan las normas de convivencia y deciden sobre la pertenencia (McDowell, 1999). Pero las distinciones taxativas e infranqueables entre lo público y privado se cuestionaron masivamente con la crisis sanitaria global. Ahora, lo público y lo privado se solapan en un mismo espacio físico, se entrecruzan sin fusionarse formando un salpicado propio y singular en cada hogar. Además, el hecho de estar encerrades dentro de las viviendas nos obliga a pensar cómo queremos que sean los lugares en los que vivimos y con quién desearíamos estar, además de buscar soluciones para, dentro de ellas, poder estar también en el exterior.
Este nuevo contexto de cuarentena de sociabilización virtual, de videollamarnos y mostrar nuestros hogares, nuestros escenarios cotidianos que habitamos ahora las 24hs, nos pone frente a una nueva concepción del espacio doméstico, donde las herramientas digitales nos permiten interactuar con ese afuera y llevar adelante la vida cotidiana. Así como Mies, Philip Johnson o Lina Bo Bardi eliminaban divisiones internas de los ambientes, usaban cerramientos translúcidos, desnudando la intimidad de la domesticidad, o así como también Hefner (el creador de Playboy), a través de fotos, escritos y videos, representaba y mostraba su domesticidad, este nuevo contexto vuelve a poner en discusión la representación y la producción de nuestros espacios domésticos, que ya no se caracterizan por la privacidad, sino que se empiezan a fundir los duros límites entre lo que pertenece a la esfera pública y lo que pertenece a la esfera privada. Podemos decir que ahora más que nunca la domesticidad pone de manifiesto el carácter teatral y político de la arquitectura.
Además, seguir pensando en términos tradicionales la vivienda colectiva nos hace habitantes de células de biovigilancia, puesto que, como dice Paul B. Preciado (2020: 1): “el espacio doméstico existe ahora como un punto en un espacio cibervigilado, un lugar identificable en un mapa google, una casilla reconocible por un dron”. Entonces, ¿podemos imaginar nuevas estrategias de emancipación y de resistencia y crear otras alternativas que la quiebren? Además, nos llaman al encierro y al teletrabajo y sabemos también que nos llaman a la descolectivización y al telecontrol. Entonces, ¿cómo lo hackeamos?
Por otro lado, a raíz de esta crisis es cuando se empiezan a ver las carencias que tenía el sistema y que quizás antes pasaban desapercibidas. Existe un desequilibrio que se establece en las cadenas de cuidados (personas que no pueden o no quieren cuidar, sector laboral feminizado y precario y las condiciones de vida de las personas que no pueden ser atendidas de manera digna). Por ejemplo, en los puestos laborales que están relacionados con la crisis del coronavirus más de un 60% de las trabajadoras son mujeres: servicios sociales, salud, cuidados, limpieza, tareas del hogar. Por tanto, como sostiene Maristella Svampa (2020: 29): “(…) reivindicar que aquellas tareas cotidianas ligadas al sostenimiento de la vida y su reproducción, que han sido históricamente despreciadas en el marco del capitalismo patriarcal, son tareas centrales para el sostenimiento de la vida, más aún, configuran la cuestión ecológica por excelencia”.
Para hacer frente a esta crisis de los cuidados deberíamos comenzar por imaginar nuevos espacios que revaloricen las tareas cotidianas asociadas al sostenimiento de la vida y su reproducción. Necesitamos proyectar desde el cuidado. Necesitamos formas de habitar que pongan el foco en lo reproductivo, que incentiven lo próximo y los encuentros y que activen las redes de apoyo mutuo. Entonces, ¿cómo imaginamos espacios en relación a un nuevo paradigma del cuidado reconociendo lazos inter y ecodependientes como nuevas relaciones espaciales, sociales y ambientales? ¿Cómo podemos recualificar el proyecto de vivienda colectiva poniendo en valor las relaciones entre las personas y con el medio ambiente?
Apostamos por concebir nuevos modos de habitar en comunidad, habilitando las posibilidades de compartir, trascendiendo la idea de lo que hoy se concibe como espacio privado, quebrando las lógicas binarias que nos llevan a recluirnos en espacios reducidos, no sólo en cuanto al tamaño, sino a su relación con quien vive en las proximidades. Esta binariedad pone en un polo al individuo dentro de su unidad de vivienda, en la otra punta: la ciudad y el espacio público, y en el medio: el vacío. ¿Qué pasa en el contexto actual con los espacios comunes de la vivienda colectiva? ¿Por qué no proyectamos desde esos espacios a partir de los cuales es posible romper las lógicas binarias y pensar en las transiciones, los gradientes y la ayuda mutua como nuevas formas de habitar en comunidad?