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Arquitectura, urbanismo y compromiso social

Se trata hoy de avanzar en el camino abierto por el Movimiento Moderno recolocando la habitación en el centro de las preocupaciones sociales, arquitectónicas y urbanísticas, a través de un “agregado sensible” capaz de ser portador de “alegrías esenciales”. Tarea que sobrepasa las cuestiones de técnica (racionalismo y funcionalismo) constituyendo la manifestación de un estado de consciencia.

Una “arqui-textura” capaz de responder al mismo tiempo a las necesidades materiales y a las ansias espirituales, asumiendo las responsabilidades  y la grandeza de la misión de la arquitectura y el urbanismo. Entendiendo la práctica de esa arquitectura y de ese urbanismo como una vocación que demanda una atención fraternal dirigida al otro y que, teniendo la morada como cuestión central, abriga también el trabajo, las instituciones, los pensamientos y las cosas.                                 

En ese marco, la formación de un alumno  hoy, como quería Mies, debería capacitarlo para lidiar con conocimientos y habilidades, y hacer claro paso a paso aquello que es posible en construcción, lo que es necesario para responder al uso, y aquello que es significativo como arte.


Desde esta perspectiva, la arquitectura implica la búsqueda de un balance entre memoria y deseo y el procesamiento de las demandas, visto de esta manera, es una tarea ética y estética que tiene consecuencias tanto en el ámbito físico como en el inmaterial.

Como sabemos, la ética tiene que ver con principios (hacer lo que debe ser hecho), estética con el desafío de lo nuevo, y política,  con la relación siempre compleja con las estructuras de poder.

Hoy existe un interés especial por las construcciones derivadas de la necesidad, que cristalizan en formas esenciales.

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