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Arquitectura, urbanismo y compromiso social

En relación con las metrópolis contemporáneas y el devenir urbano, de lo que se trata es de repensar el urbanismo en su función de articulador entre lugar, urdimbre social y condiciones de vida, ofreciendo opciones para la generación de nuevos sentidos en la perspectiva de la urbanidad y el espacio público, forzando lo existente hacia deseables alternativas posibles, como dirección para una transformación ética del cuadro de vida.

La cuestión que se coloca es cómo, a partir de particularidades que hablan de lo no planeado, lo anecdótico, lo ordinario, lo incompleto, lo “sin cualidades”, es posible generar algún tipo de identificación, por mas relativa que sea, capaz de desencadenar nuevos sentidos. Permitiéndonos por ejemplo concebir espacios capaces de vivir sobre ellos mismos, y evolucionar.  

En ese sentido, Hélio Oiticica, el artista moderno brasileiro, fue un pionero al buscar en los años 70 en las favelas de Rio, específicamente en la Mangueira, captar el sentido de lo efímero en su alegría de existir; el sentido de la permanencia de lo frágil, de lo imperfecto, de lo que está en transición, de lo que está siendo, deviniendo y que él interpretó en sus “penetrables”, objetos tridimensionales que ponen en juego todos los sentidos de la percepción.

En la favela está implícito el carácter del Parangolé de Hélio Oiticica, tal la organicidad estructural entre los elementos que la constituyen: la circulación interna y el desmembramiento externo de esas construcciones populares. No hay pasajes bruscos de la “habitación” para el “salón” o para la “cocina”, lo esencial que define cada parte que se conecta a otra es la continuidad.

Hoy el desafío de la sustentabilidad en el plano de lo urbanístico-arquitectónico exige intervenir en la dicotomía entre el planeamiento urbano y estratégico, y la producción de ciudad real (la lógica de marcado pura y dura). Slogans recientes sobre el “crecimiento inteligente” y el”uso inteligente del agua” esconden el hecho de que la especulación inmobiliaria continua expandiendo la ciudad y los suburbios según un modelo nada inteligente, y ambientalmente ineficiente, que perjudica el presente y el futuro de las grandes ciudades. La urbanización descontrolada desorganiza ecosistemas y transforma paisajes enteros (ejemplo de la Barra de Tijuca en Rio de Janeiro) de manera negativa.

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