Integración arquitectónica
La energía solar FV es actualmente la energía renovable mundialmente más aplicada en la industria de la construcción. Esto se debe a la mencionada distribución uniforme y abundante del recurso solar, a su facilidad de aplicación y a una reciente gran reducción de sus costos. Estos sistemas se adaptan perfectamente a la arquitectura, y utilizados correctamente integrados a la edificación pueden además disminuir la carga térmica del edificio y agregar valores estéticos y de responsabilidad ambiental y social. En Argentina, en los últimos cinco años su precio se ha reducido en más del 60% y alrededor de un 80% si tomamos en cuenta los últimos 10 años.
Además de los beneficios que trae aparejados el cambio del paradigma de generación-distribución actual por otro donde la generación se produzca cerca de los centros de consumo, debemos mencionar también los beneficios adicionales que acarrea la aplicación de la energía solar FV en nuestros edificios. A esta modalidad se la conoce internacionalmente como Building Integrated Photovoltaics- B.I.P.V. (3).
Uno de los objetivos principales de la integración arquitectónica consiste en dotar al sistema de captación solar -ya sea este un conjunto de captadores térmicos o un campo de paneles fotovoltaicos- de una doble función: Generación de energía y a su vez elemento de construcción.
El módulo fotovoltaico -o el colector térmico- pueden reemplazar determinados componentes en la superficie exterior de la construcción, como por ejemplo tejas o chapas en sus cubiertas, placas de revestimiento en sus paramentos verticales, superficies acristaladas como ventanas, lucernarios, además de poder conformar espacios semicubiertos como galerías o aleros.
Por otro lado, la estructura de soporte necesaria para el sustento del generador que es habitual en las instalaciones rurales o de producción energética, ya está pagada por la construcción del edificio. De esta manera esta modalidad propone una doble economía de construcción.
Por otro lado, el generador fotovoltaico o térmico puede reducir la carga térmica del edificio al generar sombras beneficiosas, y por lo tanto el consumo energético para su refrigeración. Es el caso de una sobre cubierta de paneles solares colocados sobre una cubierta inclinada, o la disposición de los paneles en forma de aleros o galerías, de manera que permitan los rayos de sol beneficiosos de la mañana o del invierno y obstruyan la llegada de los rayos en horas del mediodía o del verano. En el caso de las grandes ciudades argentinas debemos mencionar la posibilidad también de disponer los paneles sobre nuestros muros medianeros – muchos de ellos tienen buena insolación y orientación. Estos casos no agotan las posibilidades de la integración arquitectónica ya que los paneles pueden ubicarse en cualquier superficie urbana que cuente con buena insolación: Mobiliario urbano, cubiertas para estacionamientos, andenes, refugios para pasajeros y hasta solados transitables y pavimentos.
Por último, debemos comentar que la integración de los sistemas, sobre la “envolvente solar” de los edificios libera el suelo urbano, que generalmente resulta escaso y a su vez de alto valor inmobiliario, para otros usos.
La GD en Argentina – estado actual
En la Argentina, la Generación Distribuida es aún incipiente. Aunque ya contamos con una ley a nivel nacional y con un marco regulatorio legal para conectar las renovables a la red eléctrica de baja tensión, los incentivos son casi nulos, y no han dado resultados satisfactorios hasta la fecha. Por el contrario, Uruguay y Chile poseen ya reglamentaciones que han permitido un fuerte desarrollo de la generación fotovoltaica en los dos últimos años, superando, sólo en el ámbito de la Generación Distribuida la capacidad total instalada en Argentina.
En países donde esta tecnología y modalidad ha sido históricamente fomentada desde el Estado, los datos pueden resultar sorprendentes. Alemania -cuya latitud y asoleamiento están lejos de ser favorables para este tipo de instalaciones -si comparamos con Argentina- cuenta con un aporte energético fotovoltaico que supera el 5% de su producción eléctrica total. Con una potencia instalada de más de 36.000 Megavatios conectados a la red, en ciertos días y horas del año, hasta el 45% de su demanda energética instantánea puede ser abastecida solamente con energía solar fotovoltaica.
Si la generación distribuida mediante renovables cobra impulso en nuestro país, tendremos un sistema eléctrico menos deficitario y acorde al siglo XXI. Es una tarea que el actual gobierno debe encarar: Para que esto suceda será necesario entre otros aspectos que la inversión inicial para la puesta en marcha de los equipos se pueda amortizar en un plazo de 3 a 5 años. Es de destacar que en la actualidad este tiempo de repago supera siempre los 12 años, y en el caso de instalaciones domiciliarias o encaradas por consumidores monotributistas, esta suele ser mayor, superando en la zona de distribución de EDESUR y EDENOR los 16 años.
Efectos del covid en la demanda energética.
La literatura pre covid estimaba escenarios de crecimiento en las poblaciones y la migración de millones de personas desde zonas rurales a ciudades. Por ese motivo se estimaba una demanda creciente (aumento en la tasa de crecimiento) de energía en las ciudades.
Actualmente las restricciones fronterizas internacionales repercuten en el movimiento de la población migrante (4). Probablemente esta disminución de migrantes también esté acompañada por una disminución en el flujo de personas hacia las grandes ciudades. Si se invirtiera el flujo esto traería aparejado una disminución en la tasa de crecimiento de la demanda energética de las grandes ciudades y un aumento en las zonas rurales o periurbanas (Namrata y Alok Kumar, 2020).
¿Cómo será entonces el consumo energético en las ciudades post pandemia? Las personas que habitan los centros urbanos han comenzado a transitar un cambio en su estilo de vida (ejemplos de estos cambios son el teletrabajo o las nuevas restricciones con respecto a los espacios para los medios de transporte). Los consumos de los hogares aumentaron y en contraparte los consumos de los sectores comerciales disminuyeron en el periodo 2019-2020. En Argentina la demanda residencial, que representa un 47% de la demanda total del país, en el 2020 presentó un crecimiento promedio en el orden del 8% y en los meses de invierno el crecimiento se ubicó arriba del 14% con respecto al 2019. Al mismo tiempo desde el 20 de marzo del 2020, luego de decretarse aislamiento social preventivo y obligatorio (ASPO), la gran demanda presentó una caída promedio del 24% para los meses de abril y mayo. A medida que se fueron flexibilizando actividades, y sobre todo desde el Distanciamiento Social, Preventivo y Obligatorio (DISPO) en noviembre, se observó un aumento de la gran demanda, alcanzando en diciembre prácticamente la misma demanda que el año anterior (CAMMESA, 2020).
Estos aspectos traen aparejado un cambio en los patrones de consumo (o demanda) de energía. Durante los primeros días de aislamiento la demanda residencial, comercial e industria liviana sufrió una caída de casi 2 GWh medios diarios. La actividad por la mañana disminuyó, produciendo un apagado similar a un día domingo, y se redujo la pendiente de crecimiento hacia el mediodía. El pico nocturno se adelantó aproximadamente media hora por la actividad hogareña y se extendió por mayor tiempo. Para los grandes consumidores también se observaron cambios en los patrones de consumo.
Estos nuevos patrones de consumo pueden ser beneficiosos para impulsar el uso de la GD con energías renovables. Los cambios en la legislación laboral incorporando el trabajo remoto, son indicios de que algunas prácticas llegaron para quedarse. Estas nuevas prácticas sociales podrían ocasionar un traslado de pequeños consumos hacia las residencias en plan de descentralización. Es decir, cada vez más hogares se convertirían en medios de producción.