Suscribir al newsletter:

El espacio en las voces de la vida cotidiana.El caso de las promotoras de hábitat saludable de Ciudad Evita

VOCES DE LA VIDA COTIDIANA

Se trabajó de manera introductoria en encuentros sobre “el hábitat saludable”, entendiéndolo como un derecho en construcción, que trasciende parámetros cuantitativos y es posible de resignificar a la luz de la experiencia. Se propuso abordar primeramente los conflictos cotidianos referidos al hábitat saludable. Luego, se trabajó en relación con los derechos que lo componen y son reconocidos constitucionalmente.

Mediante entrevistas telefónicas y conversaciones por chats grupales (6), guiadas por la coordinación, se indagó en lo que cada una entendía por hábitat saludable a partir de un ejercicio mediante el cual se postularan situaciones que perjudican el desarrollo saludable de la comunidad.

Las expresiones aportadas individualmente se trataron en los chats grupales buscando avanzar sobre la experiencia, problematizar sobre las características espaciales y abordar los derechos vulnerados. Este ejercicio significó el primer paso en la exposición pública de problemas espaciales que frecuentemente son naturalizados como cuestiones menores que las mujeres tienen que soportar.

Este proceso fue acompañado con la elaboración de piezas gráficas de comunicación, con la intención de develar y construir como problema social aquello que habitualmente se preserva en el ámbito privado como el problema de cada cual, trayendo a discusión las condiciones materiales de los espacios, ya que se trata de una mirada espacializada sobre la desigualdad de género y de clase.

A continuación, realizaremos un recorrido por dichas expresiones, trabajando en la espacialidad configurada y configurante de las prácticas sociales que se puede ver a través. Este ejercicio retoma la propuesta del manual “Ver Para Revolver. Transformar las necesidades en proyectos” (Jaime, Mansueto, 2012), en el que se propone relacionar el derecho a un hábitat saludable con la realidad a través de un ejercicio de reflexión sobre lo cercano, considerando el espacio que se recorre cotidianamente, los objetos que se utilizan, las maneras en las que se desarrollan las tareas diarias, los deseos y las preocupaciones asociadas. El manual, en este análisis, es una guía para la reflexión sobre las tres dimensiones (espacio, técnica y sociedad) desde la experiencia cotidiana, para descubrir en las expresiones indicios sobre las características físicas del espacio y del sistema de objetos que alberga en relación con las prácticas sociales y la manera en que se desarrollan.

Voces sobre el valor económico del espacio:

“El espacio que alquilo es re reducido porque es para lo que me alcanza”
“Lo ideal sería tener un espacio al aire libre donde recrearse, aunque sea pequeño, y tener servicios básicos”
“Necesito que el patio sea grande para que jueguen”

La organización y distribución del espacio necesario para el desarrollo de las actividades tiene un valor económico que la población de los barrios populares no alcanza a costear. El espacio con el que se cuenta no es suficiente y esta deficiencia es suplantada con la suspensión de actividades o con su realización en condiciones insalubres.

En los talleres surgieron reflexiones que asociaban las condiciones económicas con las espaciales. Se expuso que “alquilar sale caro” y que para tener una “casa completa tenés que tener mucho ingreso, estar en un trabajo estable y formal para poder sostener el alquiler”.

A su vez, construir una vivienda, al tiempo que se dispone de recursos, puede llevar mucho tiempo y se necesita suelo urbano. En esa línea restituimos otra expresión surgida en los talleres que aborda el problema del suelo y la distribución espacial: “yo, por suerte, me estoy haciendo en lo de mi mamá; ahora alquilo, tengo patio, un comedor y una habitación que la divido para nosotros y para los chicos”.

El desarrollo de la vida en condiciones de hacinamiento afecta el desarrollo psíquico de las personas. En la cotidianidad se naturaliza una manera de vincularse, se definen las relaciones de intimidad, de actividades recreativas, de estudio, de descanso, de trabajo.

En muchos casos el espacio para dormir, como en el caso citado, no alcanza para la ubicación de las camas necesarias, así como las divisiones entre los espacios para cocinar, para comer y para dormir se definen por la ubicación de los muebles, sin estar separados visual y sonoramente para obtener intimidad. En este contexto es muy difícil que, mientras un niñe está jugando y la mamá cocinando, otre pueda concentrarse y hacer la tarea.

En línea con ello, el psicólogo social Hugo Pollola explica en una entrevista (2008) que una persona que nace y se desarrolla en un lugar de hacinamiento naturaliza esa forma de organización y distribución del espacio y que es muy difícil que comprenda la relación que tiene con los roles en la familia y el problema que allí radica. En la misma entrevista Pollola, mediante un ejemplo, explica que para alguien que no conoció el arroyo de otra manera más que contaminado, entiende que ese es el lugar de agua con el que cuenta y, por lo tanto, ese el lugar para bañarse, para jugar y va a intentar pescar allí. Y dice que “es deformante del psiquismo de una persona que se naturalicen espacios abiertos que en realidad condenan a la población a realizar tareas en espacios que no son acordes” (Pollola, 2008, 5:20-6:20 min).

Las plazas, además, no cuentan con equipamiento y vegetación en condiciones para favorecer prácticas recreativas de la comunidad en su diversidad etaria, de géneros y capacidades. Aunque en el proceso de transformación de asentamientos informales con organización social se suelen destinar predios para el desarrollo de actividades recreativas y de esparcimiento en relación con otros equipamientos barriales, la comunidad no cuenta con recursos suficientes para su equipamiento y mantenimiento. En dicho proceso los espacios son utilizados mayormente por los adultos de género masculino como cancha de fútbol. Como se expresa en las citas, estos espacios de recreación y esparcimiento son sustanciales para la integración colectiva, estimulan el encuentro multiactoral y resultan esenciales para quienes son responsables de las tareas de cuidado, que mayormente se trata del género femenino.

Voces sobre el constante proceso de autoconstrucción de los barrios populares:

“Tengo que terminar la cocina antes de que venga el frío, porque no puedo seguir lavando afuera”
“Puse cerámicas en el piso para poder limpiar mejor”
“Con los materiales que tenía mejoré el piso; no hice más porque no tengo”

Este grupo de citas se expresa sobre el constante proceso de construcción para la mejora de las viviendas en el que participa la población de barrios populares y expone razones y dificultades del género femenino.

La materialidad del espacio nos muestra el desarrollo de una práctica insalubre debido a la falta de condiciones apropiadas en la cocina para cocinar y lavar. Frente a la carencia no se suspende el desarrollo de las actividades, sino que se suplanta con mayor trabajo y esfuerzo, tales como el constante traslado de los objetos entre el sitio donde se come y el lugar de lavado, la preparación del lugar para desarrollar una tarea no prevista, soportando posiciones corporales incómodas, y las condiciones climáticas que enferman.

Podemos ver que las mejoras están asociadas a las condiciones físicas del espacio para desarrollar las tareas de limpieza con menor esfuerzo y para mejorar los resultados de dicho trabajo, que las mujeres tienen participación en la construcción aportando recursos económicos y trabajo y que los recursos con los que se cuentan no son suficientes para resolver las necesidades planteadas, hecho que expone la persistencia del problema y el consecuente efecto en el trabajo del género femenino y la salud de su entorno.

En esta línea, las características de los baños son preocupaciones recurrentes en las mujeres. La tensión con las condiciones del sitio aumenta cuando tienen que encargarse de la higiene de otres. Además de las terminaciones, como se mencionó anteriormente, aparecen preocupaciones sobre el tamaño necesario para poder manipular elementos en situaciones donde son dos o más personas las que se encuentran dentro, la distribución de los artefactos y el espacio para guardado de los objetos, el acceso libre de obstáculos y la ubicación a resguardo de las condiciones climáticas.

Voces sobre las características del barrio y los servicios urbanos:

«En la cancha falta iluminación y se suele tirar y quemar basura»
“La calle de mi casa a la noche es una boca de lobo”
“Los vecinos tienen las veredas más altas para que no les entre agua»
“En verano lo de las zanjas se complica más por el olor y también los insectos»

Esta serie de citas refieren a las características de los lugares por los que cotidianamente se transita para resolver las necesidades sociales, tales como senderos y plazas, de los barrios populares.

La presencia de basura, la quema, la acumulación de agua, la ausencia de iluminación, el hedor de la zanja y la presencia de plagas que se mencionan son barreras para la circulación, que redundan en mayor esfuerzo físico y exposición a enfermedades para quienes habitualmente circulan caminando.

El impacto es mayor para el género femenino, ya que los movimientos que realiza para resolver las tareas de cuidado que tiene a su cargo los desarrolla mayormente en el barrio, de forma peatonal y en compañía de niñes, cargando bultos o empujando un cochecito. En ellas pueden comprenderse las limitaciones que generan para la circulación de las personas.

A su vez, el olor del jabón al sol que contiene la zanja, el barro que imposibilita salir de la vivienda, las ratas que son atraídas por la basura o los mosquitos que se multiplican en la zanja son problemas que se replican en la vivienda y repercuten en la salud de las personas. Estos conflictos no se resuelven una vez cerrada la puerta.

“Junto agua dónde puedo, porque durante el día no hay presión”
«Es muy complicado; en mi barrio no pasa el recolector de basura; tenemos que salir hasta la calle 400»
“Instalamos el WIFI en casa a partir de la cuarentena”
“Se dificulta mucho para hacer las tareas; la electricidad se corta todo el tiempo”

Como hemos descrito anteriormente, los servicios urbanos en los barrios populares mayormente son deficientes. Esta situación condiciona el uso del espacio acrecentando las dificultades existentes. Como vemos en la primera cita, frente a la falta de presión de agua de red se desarrollan estrategias. El consumo de agua no se suspende por tratarse de un elemento esencial para la vida; por tanto, los habitantes se ven obligados a acceder a ella de alguna manera. La acumulación en recipientes por la noche, por tratarse de un momento de menor demanda, es una de las estrategias frecuentes. Otras formas recurrentes son la conexión de bombas directamente a la red, la extracción de pozo o el traslado en recipientes de un punto de acceso. A su vez, cuando el agua que se consigue no es potable, se reemplaza con bidones comprados o con la salud.

En estos ejemplos podemos ver el impacto que genera la falta de agua en la distribución y organización del espacio. Por un lado, el espacio con el que se cuenta es ocupado por volúmenes de recipientes cargados y vacíos, que en ocasiones tienen que estar diferenciados por tipo de consumo. Por otro, al esfuerzo propio de las tareas de cuidados se le incorpora la gestión del agua, el peso de carga en la manipulación de los recipientes y el costo económico, a los escasos recursos.

La basura también ocupa un volumen y en los barrios donde la población no cuenta con servicios de recolección debe gestionarle un sitio. La quema de basura es una de las formas frecuentemente utilizada para resolver el espacio que ocupa la basura, hecho que contamina el ambiente y afecta la salud de la población. Otras formas que se han expuesto en los talleres son el arrojo en un punto de recolección o en un basural informal y el arreglo con carreros del barrio que la buscan y se la llevan para separar.

Por último, los servicios de internet y electricidad son demandados con mayor urgencia para el desarrollo de las actividades escolares en la vivienda durante la cuarentena.

Voces sobre la superposición, ruidos y acumulación de objetos:

“Es difícil encontrar un espacio de concentración y silencio en la casa entre la obra y las actividades de todos”
“Las tareas generalmente las realizamos en el comedor, porque estamos en obra”
«Mientras cocino ayudo a mis hijos con la tarea»
“En el mismo lugar donde hacen la tarea estoy trabajando y tengo que sacar todo para comer”
“Necesito un lugar de silencio para estar tranquila; eso necesito”

Las constantes obras que se desarrollan en las viviendas de los barrios populares tienen un impacto no solo en la mejora que se persigue, sino que además estas tareas generan conflictos con el resto de las actividades que se desarrollan en la vivienda. Frecuentemente desde el género femenino se registran tensiones en el uso del espacio en relación con las tareas de cuidado a su cargo.

La obra requiere acopiar materiales y herramientas, por lo cual el espacio disponible para el desarrollo de otras actividades se reduce, hecho que redunda en la superposición de actividades en otro sitio de la vivienda; a su vez, el acceso de les niñes es riesgoso y frecuentemente la mujer es quien tiene que estar atenta a esta situación. Asimismo, la circulación de materiales por el terreno o por la vivienda genera suciedad, aumentando el trabajo de limpieza.

Por último, cabe mencionar que los ruidos propios del trabajo en obra son incompatibles con las actividades de estudio. Esta situación agrega dificultades para las mujeres que son responsables del seguimiento escolar de sus hijes, que en el contexto de pandemia deben desarrollarlas dentro de la vivienda.

Vemos que en los barrios populares la distribución del espacio no es adecuada al uso cotidiano que alberga, ya que no corresponde con el tipo de actividades que se realizan ni a la cantidad de tiempo empleado, agregando dificultades y trabajo para el género femenino.

Este conflicto es expresado en las citas desde la superposición de elementos que acompañan la superposición de tareas en superficies reducidas sin amoblamiento adecuado. La falta de lugar suficiente para el guardado de los elementos significa la presencia de los mismos en sitios donde obstaculizan el uso del espacio. Esta situación agrega trabajo, ya que exige mover los objetos de un lado a otro. Los objetos que se acumulan muchas veces no resuelven eficazmente el problema, ya que su tamaño, proporciones o materialidad no son los que se requieren.

Por último, el deseo de contar con un espacio de silencio, donde encontrar tranquilidad, expone la tensión que genera la superposición de ruidos. Los ruidos forman parte de las actividades. Con la multiplicidad de tareas en espacios insuficientes estos pasan a ser molestos y dificultan la concentración que algunas actividades requieren.

Los comentarios están cerrados.