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“El tiempo, el implacable…”

Hasta hoy la primera etapa del ProCreAr sólo cuenta con una publicación oficial de gestión, que si bien recupera y documenta con una gráfica precisa los diversos proyectos realizados, diserta acerca de objetivos generales buscados y en gran medida conseguidos, omite obviamente consideraciones contradictorias y sobre todo los créditos y opinión de los equipos técnicos sustento de lo producido, en una impecable edición destinada como es costumbre en estos casos a la promoción del funcionario de turno (4).

Pues bien, este número intenta también aportar desde su ángulo, algunos datos sobre esta política habitacional, a partir de opiniones de primera mano, antes que se pierdan o requieran de arqueólogos mas o menos atentos.

Es también, no en tercero por orden de importancia sino de simple enumeración, una necesidad catártica.

Recientemente invitado por el Colegio de Arquitectos de Córdoba a un encuentro de profesionales que habían tenido actuación (léase como sinónimo “trabajo”) gracias al programa, tanto directamente en la concreción de casas individuales como indirectamente en los concursos de empresas para emprendimientos urbanísticos, uno de los presentes dijo (palabras mas palabras menos, cito de memoria) que “por primera vez había sentido que lo que enseñaba en la Facultad y lo que el Estado le exigía como lineamientos de proyecto coincidían”. Una batalla ganada a la esquizofrenia profesional, que en los tiempos que corren no es poco. Escuchando esas palabras, así como también la multiplicidad de críticas operativas que sin duda aparecieron y tuvieron su espacio, entré en una especie de epifanía. Aquella que se tiene (psicólogos abstenerse de interpretaciones) cuando alguien te dice que lo que hiciste o en lo que participaste fue comprendido o mejor dicho apropiado en su total o al menos mayoritaria significación, que fue compartido y que hasta le ha producido cierta felicidad al otro.

Los avatares y contradicciones cotidianas que implica estar inmersos en una producción concreta, suelen hacer perder de vista sus implicancias mayores, el árbol suele tapar el bosque, a pesar de saberse uno constitutivo del otro.

La urgencia política de las gestiones, por otra parte, subvierten necesariamente esquemas teóricos, tiempos de decisión, etapabilidades pretendidamente rigurosas, donde lo estratégico y lo táctico dejan de ser consecuencia directa para definirse a una vez y en simultáneo.

La historiografía contemporánea poco a poco se ha venido desligando de la tentación clasificatoria de las políticas en segmentos de pretendida coherencia absoluta, donde todo pareciera previamente planificado con ideología prístina y explícita, y a posteriori aplicado sin contradicción ni fisura alguna. Los actores y sus individualidades, los desfasajes entre decisión política y herramientas técnicas, las propias condiciones contextuales de aplicación en permanente cambio, han hecho naufragar estas ilusiones esquemáticas, donde el aparente anecdotario o la cocina de lo cotidiano asumen un rol en el relato justificatorio, tan importante como el de las macro decisiones encuadrantes.

Si sucumbiéramos a esta vieja tentación enfilaríamos las siguientes oraciones: “contexto internacional recesivo, gobierno nacional – popular (¿por qué no directamente “populista”?) con conducción económica heterodoxa, responde con una batería de medidas económicas anti cíclicas, programa dinamizador de activos públicos (en este caso fondos de pensión), aplicados a reactivar la construcción, generador de empleo en blanco que recapitaliza a su vez el fondo de pensión utilizado, dinamiza el crédito para sectores medios, aumenta la capacidad de consumo, todos contentos…”.

En lo personal llegué al Programa convocado por el equipo del entonces Ministerio de Economía, uno de las tres patas ejecutivas del programa junto al ANSES y la entonces AABE, básicamente por antecedentes académicos en la materia y por mi pertenencia política conjugados. Encontrarse con unos jefes responsables, que también provenían de la academia, de la militancia político – técnica en la universidad púbica, fue quizás un elemento clave en la generación de mutuas confianzas y empatías. Valoro especialmente, permítaseme la digresión auto referencial, esa rara y poco usual sintonía, extendida a todo el equipo convocado bajo los mismos parámetros, que generó un clima de trabajo inusualmente creativo y abierto a revisiones y alternativas innovadoras, aun dentro de las condicionamientos siempre presentes en cualquier producción.

Fue así que todo pudo discutirse y ponerse sobre la mesa.

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