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COMÚN-TECTURAS: arquitecturas de lo común para resignificar el espacio doméstico

En el presente artículo se plantea que investigar sobre las arquitecturas de lo común permite aprender a proyectar mejor los espacios intermedios entre lo privado y lo público, entendiendo su potencia para resignificar el espacio doméstico y fomentar las relaciones de convivencia en la proximidad. Para ello, se analiza lo común en casos de vivienda colectiva en Buenos Aires de diferentes épocas y tipos a partir de una serie de variables. Finalmente, se proponen herramientas proyectuales, que servirán para seguir con experimentaciones proyectuales a partir de lo común.

Introducción

Aquí se presentan los avances de investigación en curso sobre las arquitecturas de lo común. Se pretende sintetizar algunos avances teóricos y metodológicos para el abordaje de lo común en vivienda colectiva. Al mismo tiempo, se presenta un estudio comparativo de casos donde se aplica la mirada propuesta, del que se extraen unos primeros indicios de herramientas proyectuales en base a lo común.

El artículo sirve como divulgación del trabajo realizado dentro del laboratorio “La Ciudad Común”, como base pedagógica para la consolidación de algunos conceptos y como guía para el trabajo de aplicación metodológico.

Se estructura en una primera parte donde se argumenta la relevancia de entender la potencia de lo común y su aplicación en el campo de lo doméstico. Después, una segunda parte trata de rastrear lo común en la historia de Buenos Aires a partir de casos de estudio. Esto permite entender la existencia de un germen de lo común local, que se va conformando a partir de experimentaciones en diferentes épocas. En la tercera parte nos interesa aplicar una manera de leer estos casos para poder extraer ciertas lógicas proyectuales basadas en lo común. La investigación gráfica en esta parte es una característica a destacar, que todavía sigue en proceso. Finalmente, la cuarta parte está dedicada a plantear algunas herramientas que nos ayuden a proyectar nuevas espacialidades y relaciones que permitan el desarrollo de la vida cotidiana para todes y promueva los cuidados colectivos.

COMÚN-sentido

Las ciudades se han moldeado a partir de un modelo urbanístico androcéntrico; es decir, diseñado a partir de un estereotipo basado en el varón joven blanco heterosexual y sano, separando la esfera productiva -asignada al varón en la vida pública- de la reproductiva -asignada a la mujer en la vida privada-, privilegiando las distancias y promoviendo cada vez más el aislamiento y el individualismo. Además, deja de lado las necesidades cotidianas que permiten el sostenimiento de la vida, tales como la alimentación, los cuidados personales, la limpieza o la crianza, y no fomenta lógicas que busquen alcanzar el equilibrio ecosistémico.

Si queremos generar nuevas propuestas que pongan en el centro la vida y los cuidados debemos construir a partir de nuevas bases que permitan romper con el pensamiento patriarcal que organiza nuestra forma de entender el mundo y lo estructura en términos binarios. Resulta entonces importante desenmascarar esta supuesta neutralidad con la que son diseñadas las ciudades, que “trata de convencernos que la ideología neoliberal es “sentido común”, simple y natural gestión de bienes materiales, cuando en realidad constituye toda una biopolítica -política de la vida- negativa” (Manrique, 2020: 21).

Así, redefinir aquello que denominamos sentido común se convierte en algo clave, puesto que representa el más poderoso imperio de la cultura del capital. Basado en las relaciones de poder hegemónicas, que generan injusticias estructurales, ha logrado instalarse de manera profunda. Constituye aquello que nos identifica en nuestras relaciones sociales, valores, costumbres, modos de ver y pensar el mundo.
Debemos pasar, entonces, de un sentido común a un sentido de lo común, donde lo común nos ofrece un marco de pensamiento y acción colectiva alternativo a la sociedad individualista. De ahí que, como sugiere Raquel Gutiérrez Aguilar (2017: 75): “resulte pertinente indagar en la producción de lo común […] como cuestión fundamental de horizontes políticos alternativos”.

El paradigma de lo común permite romper con la dicotomía público-privado o Estado-mercado (Laval; Dardot, 2014), haciendo que el espacio no pueda conformarse bajo lógicas binarias. Esto presenta una posibilidad frente a la idea de que no hay alternativa para transformar nuestras lógicas relacionales y organizativas y nos empuja a ir más allá de lo que conocemos o, más bien, de lo que nos habían enseñado. Esta perspectiva crítica, ecofeminista, comunitaria y popular centrada en lo común, viene aceleradamente trabajando por poner en el centro la sostenibilidad y mantenimiento cotidiano de la vida en su conjunto.

Así, si entendemos que la vida cotidiana es una manifestación del orden social y el escenario de nuestras necesidades personales y comunitarias (Quiroga; Racedo, 1999), se puede afirmar que la esfera de lo próximo es el ámbito especialmente propicio para identificar, poner en valor e impulsar experiencias, reflexiones y acciones en relación a lo común. Para ello, promover una vida doméstica sana a partir de lógicas de cooperación y creación colectiva es un tema necesario para intentar dar respuesta a las crisis sistémicas contemporáneas, donde los espacios comunes de la vivienda colectiva son el escenario más representativo como la escala relacional de mayor proximidad.

Por tanto, como postulan Verónica Gago y Diego Sztulwark (2019: 14): “hacer de lo común un archivo de experiencias, pero también el desafío práctico de situaciones concretas, implica la búsqueda de nuevos modos de vivir y organizar la praxis colectiva”.

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